septiembre 19, 2011

La enaltecida belleza de mirar doble



“Mirar las estrellas siempre me hace soñar, como sueño al contemplar los puntitos negros que representan a pueblos y ciudades en un mapa. ¿Por qué, me pregunto, los puntos brillantes del firmamento no son tan accesibles como los puntitos negros del mapa de Francia?”
VINCENT VAN GOGH 


El cuadro que ilustra esta entrada se titula El astrónomo y es obra del maestro holandés Johannes Vermeer (1632 – 1675) la escena es espléndidamente iluminada por la luz que penetran por la ventana, donde el personaje observa detenidamente un globo de Jodocus Hondius, también sobre la mesa podemos mirar un ejemplar de Institutiones Astronomicae Geographicae de Adriaen Metius, manual que literalmente era la biblia del astrónomo en el siglo XVII, cerca del globo se aprecia el indispensable astrolabio, instrumento que permitía medir la posición de los astros en la bóveda celeste.

Poco se sabe de la vida de Johannes Vermeer, situación que me entristece aunque por el momento ese indeseable detalle no entorpece mis peroratas, ya que hoy pretendo hablarles de otro Johannes; uno que nació precisamente en un país vecino de Holanda.
En Weil der Stadt, Württemberg, la antigua ciudad del Sacro Imperio Romano -ahora Alemania- misma que se encuentra al sur a unos 30 Km al oeste de Stuttgart.

                                                                                                                                 
30 Km al oeste de Stuttgart
Ciudad  Weil der Stadt
                                                                                                                                                                                                                                                                             

En una casa de fachada puntiaguda con torcidas vigas, cerca del mercado, vivía el pequeño Johannes junto a su pendenciero abuelo y las ruidosas discusiones de su madre Katherine y su abuela; la brutalidad de su padre a quien describiría como: “…Henrich, es un hombre vicioso, inflexible, pendenciero, y condenado a acabar mal”; las crisis psicóticas de su hermano, mas la docena de andrajosos hermanos, tías, y demás parientes todos viviendo en la miserable casucha, lo cual debió ser sin lugar a dudas una turbulenta experiencia. Fue un niño enfermizo, nació con miopía, poliopía monocular -es decir visión múltiple-, su estomago y la vesícula le causaban serios trastornos, sufría salpullidos y probablemente hemorroides; pero dejemos al propio Johannes que nos describa su historial médico: 

“A la edad de cuatro años casi morí de viruela, sufrí constantes molestias en la piel, grandes llagas y costras purulentas que se curaban y volvían a abrirse, en el dedo de en medio de la mano, se me incrusto un gusano y en la izquierda tuve una enorme úlcera, a los 16 años fui atacado por fiebres, a los 19 empecé a sufrir de terribles dolores de cabeza y trastornos en los miembros. La sarna se apodero de mí, y a los 20 años tuve trastornos mentales y corporales”.

Sin duda el pequeño Johannes no fue un infante gozoso, tan solo dos recuerdos habría de albergar en la caja de memorias felices de su infancia: A la edad de seis años cuando todo mundo hablaba de un cometa que se miraba en el cielo –año 1577- su madre lo llevo al lugar más alto para que pudiera verlo; y a los nueve sus padres lo instalaron fuera de la casa, para que observara una luna completamente roja, en el momento más esplendoroso del eclipse lunar.

Sin duda estos sucesos quedarían cincelados en la memoraría del pequeño hipocondríaco. Quien fuera concebido un 16 de mayo de 1571 a las 4:37 de la madrugada y naciera el 27 de diciembre a las 2:30 de la tarde, tras un embarazo que duro 224 días 9 horas y 53 minutos. Este chaval se convertiría en el célebre Johannes Kepler, Keppler, Khepler, Kheppler o Keplerus.

Estos aparentemente precisos datos así como los cinco diferentes nombres, son anotaciones que el propio Johannes llevaba en un diario-horóscopo-bitácora, escrupulosamente.

Uno pensaría que el futuro educativo del pequeñín Kepler estaría irremediablemente perdido con esos antecedentes, pero no fue así, gracias al proyecto educativo de la época en aquella región y sobre todo a que no existía ninguna pestilente lideresa sindical teutona, el joven pudo terminar sus estudios superiores en la Universidad de Tübingen, instruido en Astronomía por uno de los principales mentores de la época, nada menos que Michael Maestlin.

Obviamente la formación se basaba en el sistema geocéntrico de Ptolomeo que dictaba que los siete planetas –Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno- giraban alrededor de la tierra. Sistema que concordaba con el pensamiento católico de aquellos años. No tardaría Kepler en discordar con tales afirmaciones y acercarse al sistema copernicano.


                    



Al concluir sus estudios le propusieron la cátedra de Matemáticas en la Universidad de Graz, donde al poco tiempo sería expulsado debido a su conversión al protestantismo –Kepler consideraba el pensamiento protestante más cercanos a sus ideas que el católico- así que perseguido y sin trabajo se traslada a Praga en 1599 circunstancia que sería de enorme trascendencia para su futuro.

En esa preciosa ciudad se empleó como asistente de Tycho Brahe -quien era todo un personaje- mujeriego, lujurioso, borracho y fanfarrón. Cuentan que en su juventud, se reto a duelo con otro estudiante en disputa por los quereres de cierta bella dama, pero con tan desventurado final que el rival le cercenó de un sablazo parte de la nariz. El joven Tycho lo tomaría con filosofía y lejos de condolerse por su desfigurado rostro, aseguró que buscaría la mejor aleación posible para retocar el daño. Fue así como el  jactancioso escandinavo concluyo los últimos días de su vida con una elegante nariz de: oro, plata y cobre.


Tycho Brahe era el protegido del emperador Rodolfo II quien sabedor de la formidable capacidad del joven astrónomo, le cedió un castillo entero en la isla de Hven, para que instalara su observatorio.


El castillito de Tycho


Tycho era un astrónomo obsesionado, a él debemos un detalladísimo estudio de los movimientos de la luna, así como rigurosas observaciones de las posiciones de los planetas y de las estrellas, sus tablas eran de una precisión tal que hubo que esperar hasta la invención del telescopio para superarlas, ni los chinos ni los árabes fueron capaces de acercarse a tales exactitudes.

Estas tablas eran la fuente de información que nuestro joven Johannes necesitaba. El ya había publicado diversos estudios sobre el movimiento de los astros con mediano éxito. Le obsesionaba en especial el planeta rojo, había medido varias de sus posiciones pero no lograba encontrar el comportamiento exacto de su trayectoria, tal pareciera que el planeta tenía un movimiento totalmente aleatorio. Convencido como estaba de la veracidad de los estudios de Copérnico, visualizaba las tablas de Tycho como un invaluable tesoro que le podrían asegurar  la demostración de sus teorías.


Monumento que honra a Kepler y a Tycho


A dos años de trabajar juntos, resulta que Tycho después de una de sus tantas orgiásticas comilonas se retiro a chambearle, pero tan deseoso estaba de continuar sus observaciones, que declinó la natural necesidad de ir a “hacer de las aguas”.
Difícil dar un diagnostico a mas de 400 años de distancia, pero ya sea por alguna enfermedad anterior, o problemas de la próstata o quizá simplemente por el incomprensible afán de retener los ácidos úricos mas allá de los limites; las consecuencias fueron mortales.
 Todavía en su lecho de muerte maldecía por no poder continuar con su trabajo, mandó traer a su cercano colaborador, es decir al buen Kepler y le obligó a jurar que acabaría de completar las tablas. 
Fue así como murió Tycho Brahe en la ciudad de Praga en 1601 a los 55 años.

De golpe y porrazo nuestro querido y bien ponderado Juanito, se vio favorecido con una enorme cantidad de datos astronómicos. Puedo imaginar su gran júbilo, al fin podría responder la pregunta que lo atormentaba ¿Cómo demonios se mueven los planetas?.

Pero Kepler no sería Kepler sin fatalidades, resulta que la familia de Tycho no le permitió hacerse de todo aquel legado, he iniciaron un juicio legal para evitar que la información saliera de Praga, y por si fuera poco la ciudad era escenario de terribles guerras religiosas, nuevamente el intenso rencor católico apabullaba a los protestantes, por lo que; Johannes se vio en el dilema de decir entre la Ética y la Ciencia, lo pensó detenidamente por varios segundos y opto por la Ciencia así que salió velozmente de Praga con todos los valiosos documentos en sus valijas, sin autorización de por medio.

El infortunio lo seguiría, la peste mato dos de sus hijos y a su primera esposa, solo le quedaba su madre.

En 1615 recibió una carta de su hermana, solicitándole ayuda ya que Katharina -su progenitora- había sido formalmente presa acusada de hechicería, por haber embrujado a varios vecinos, de tener convenio con el chamuco y hasta de ser la culpable de la muerte de varios cerdos, entre otras muchas linduras. 
Si bien las acusaciones como todas las de la época se debían a envidias, odios y deseos de deshacerse de vecinos indeseables, en este caso una de las causas fundamentales de la acusación era una añeja publicación que Kepler había realizado años atrás.
Una novela titulada Somnium, donde el personaje principal era un joven llamado Duracotus quien viajaba a la luna gracias a unos conjuros que hacia la bruja de su madre invocando al diablo, ya estando en la luna Duracotus, vivía experiencias fantásticas. El cuentito se considero biográfico y fue la causa de que Doña Katharina estuviera al borde de la hoguera.

Seis años duro el juicio y aunque su anciana madre salió libre, murió dos años más tarde debilitada por la infernal experiencia en prisión.

A pesar de todo el buen Kepler se dio tiempecito para estudiar las interminables efemérides planetarias de Tycho, con cierto desazón al principio ya que; si bien contaba con datos precisos de las posiciones de Marte, no era capaz de hacer coincidir la órbita calculada con la posición observada, hasta que de pronto... ¡Bingo! Se dio cuenta que si cambiaba la órbita circular de Copérnico, por una elipse, el problema quedaba bellamente resuelto. Para 1605 Johannes había encontrado por fin respuesta a su atormentada pregunta, respuesta que a la fecha conocemos como La Primera Ley de Kepler.

"Las órbitas de los planetas configuran una elipse y el Sol se encuentra en uno de sus focos"





Poco antes en 1602, trabajando en un modelo de orbitas circulares y tratando de dar posición a un planeta, había  determinado la que sería conocida como su Segunda Ley:

"El vector que une al planeta con el Sol, recorre aéreas iguales en tiempos iguales"




Para mayo de 1618 publica su libro Harmonices mundi, escrito en los poquísimos tiempos libres que le permitía el proceso de su madre; donde queda en relieve su tercera Ley

“El cuadrado de los tiempos orbitales es proporcional al cubo de las distancias recorridos”



Ciertamente Johannes es conocido por sus tres leyes, pero bien sabemos que también destaco por sus aportes a la óptica –con todo y su miopía y visión doble- descubrió la reflexión total, y los fundamentos de la Fotometría, además desarrollo un sistema antecesor al Cálculo Infinitesimal.





Si has llegado hasta aquí supongo que tu opinión por el hipocondríaco y sabio alemán habrá tenido cierto incremento de simpatía, y quizás te preguntes que me motivó para invocar a tan celebre sabio muerto.

Pues resulta que –seguro te enteraste- hace unos días un grupo de astrónomos de la NASA publicaron un documento en la revista “Science”. 
El descubrimiento se trata de un planeta circunbinario –es decir con estrellas dobles- que se encuentra en la constelación cisne aproximadamente a 200 años luz de la Tierra.
Esto gracias a observaciones con el telescopio Kepler –precisamente-.
El grupo es dirigido por Laurance Doyle un antiguo protegido de Carl Sagan, quien comento: “Repentinamente y de forma inesperada después de años de buscar un planeta circumbinario —tenemos una belleza”.
Los científicos le han dado al planeta el nombre de Kepler-16b, -segunda alegórica coincidencia- según la nomenclatura del Sistema Astronómico Internacional. Pero informalmente lo denominan Tatooine, planeta donde vivían Luke y Anakin Skywalker, protagonistas de la saga "Star Wars" el cual también tenía dos soles.



  



Kepler -16b tarda 229 días en orbitar en torno a sus dos soles, que se encuentran a una distancia de 104 millones de kilómetros, aproximadamente la misma órbita solar que Venus.

Es un planeta gigante y gaseoso, similar a Júpiter, y sus dos soles son más pequeños que el nuestro, un 69% y un 20% respectivamente.

Un visitante desde la superficie del planeta, vería justamente: un doble atardecer, un doble amanecer y en ciertas ocasiones un único sol, en los días en que uno de ellos se coloca por delante del otro.
Aunque se sospechaba que sistemas de estrellas dobles, podrían albergar planetas, esos cuerpos más pequeños nunca habían sido vistos. “Esta es la primera detección directa, despeja toda duda”, dijo el doctor Doyle.


 Sin duda Johannes Kepler estaría más que agradecido.
Tengo un deseo furibundo de partir a Europa y visitar su tumba, empresa más que imposible, no solo por la crisis consuetudinaria que vive el país y mi cartera, la imposibilidad se debe a que aparentemente su tumba fue destruida durante la guerra de los treinta años. No tener los restos físicos del genial astrónomo me provoca un doloroso malestar.

Sin embargo, existe una lapida en su honor que tiene grabado a manera de epitafio, un mensaje compuesto por el mismo que reza…




“Medí los cielos, y ahora las sombras mido. En el cielo brilló el espíritu. En la tierra descansa el cuerpo.”










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